Ojalá pudiéramos comprendernos hasta caer en cuenta que nuestras mediocridades son compartidas y así sonreírnos a media luna de labios , con un guiño de parpadeo o un pasador suelto.
Los juegos para entrelazar nuestros dedos han caído en simples apretones de mano como quien cierra un trato, y poco a poco se van diluyendo las ganas de voltear la mirada cuando nos alejamos al decirnos hasta pronto.
Nuestra estadía ha transmutado y con un circundante golpe bajo cortamos el chorro que alimenta y solo queda digerir nuestro abandono a medias, porque seguirémos poseyéndonos, pero no completamente.