sábado, 30 de diciembre de 2017

Sin nadar

Mi sangre esta alcanzando a las estrellas.

¿Qué haces tú, sentada, viendo al sol morir?
Cierras los ojos en su último resplandor,
como si así, te fueras a atragantar con toda su omnipotencia.

¿Qué haces tú arrastrando los pies sobre la arena?
Miras fijo, delante y no parece ser suficiente
No necesitas compañía, pero estas acompañada,
entonces aspiras sobre la grandeza que te rodea
y expiras la muerte de esta sangre que inunda tus venas,
sangre atolondrada que no sabe a dónde correr.

Y la luna se va dibujando de a poquitos,
delgadita sobre tu cabeza
Las nubes oscurecen nuestro cielo
con una rapidez de humo clandestino,
mientras el rosa va luchando por sobrevivir.
Y no sabes que decir 
y ya no puedes escribir.

Las moscas inundan  el fango que se alza sobre ti,
buscan donde pasar la noche y abrigarse.
La luz de las lámparas parece más resplandeciente,
mientras la música que escuchas aumenta su tempo 
y se elevan esos violines que no quieres escuchar,
pero escuchas.

Cada cierto tiempo,
regresas la mirada 
como buscando recelosa en ti algo nuevo 
que encienda esa paz que la sangre ha triturado.
Escribes para no morir, 
porque después de este semáforo el sol se oculta,
el sol se va.

Y la sombra se va dibujando ,
aún borrosa porque cae el sol.
Tus ojos tintinean al ritmo del aleteo de las polillas.
Sola, sola asusta.
Tener tanto amor y no poder sacarlo.
Enclaustrada,
pero con ganas de cruzar la valla del fondo del mar, 
pero sin nadar porque no gusta hundir la cabeza en el agua.






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